y bajo aquel sol de puro hueso

ardian los arboles ante la piedad de las piedras ardian sus ojos con un silencio de ramas mojadas, en sus ojos llovia y llovia ante la envidia transparente del Oceano Incansable, las montañas en aquellos dias cedian sus enlomadas cocinas a las raices, y sin compasion el fuego olvidaba su origen.
pero en sus ojos llovia como cuando en la infancia, que vosotros no habeis conocido, llovia y llovia como un sollozo asombrosamente humano, y se llenaban de barquitos de papel las orillas doradas de la tristeza
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