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el vagon de pimenton

La transicion? que transicion?

La transicion? que transicion?

 

Estos lodos hediondos que nos impiden levantar vuelo, toda esta monserga de desatinos que la clase politica, no todos los politicos, aunque parece que todo confirma la dificultad de mantener una posicion honesta en todo este negocio, todas esta corruptela de alto standing que nos tiene abosulutamente atontolinados, estupefactos, asqueados, logrando que la indiferencia maldita se apodere de gran parte del pueblo, mullendo la cuadra para el advenimiento,  de un populismo seguro que de nuevo cuño, como siempre, populismo que asoma virulentamente el morro en estos tiempos.

Estos lodos tienen origen an aquellos polvos de cenizas producidos en la hoguera de la susodicha Transicion. Los que lucharon, dia a dia, arriesgando su condicion, su vida  por un lado; los bienpensantes, jovenes y viejos, todos con la determinacion de ser hombres de provecho, por el otro. Estos ultimos engrosando las filas de los rentistas del dolor. Vislumbraron su papel cediendo a la logica de los caimanes del regimen, fajados en el ejercicio de la represion, en la hipocresia de una dictadura de cuarenta años, con los pies afincados en la pura sangre de la derrota, sin concesiones, de la esperanza mas certera que en siglos habian tenido estas pueblos de España.

Esa transicion, esa mentira es de vital importancia para el poder, para el Estado este que "nos hemos " dado, con sus gobiernos sucesivos. Es vital y asi lo muestran sin descanso los nunca mejor nombrados, poderes facticos. Una organizacion para la defensa de la transicion se hace oir predicando las bondades y la luminosa lucidez que guio a aquellos que la dirigieron y la administran.

Y en ella la variedad de procedencias de sus miembros avala su cabal postura: Silenciar todas aquellas voces que ponen en duda, o sin mas, denuncian la mentira y la compraventa que todo aquello supuso.

Voy a ir dando a leer aqui textos, de los que en la periferia de este CENTRO COMERCIAL que es el Estado, que de algun modo hablan de este lamentable trayecto.

 

Noticias de RAFAEL  CHIRBES

"Mi generación estaba destinada a moralizar y educar a un país que salía del franquismo y hemos acabado en este basurero de cemento"


El escritor valenciano Rafael Chirbes, ayer, en la sede de la Fundación Paideia. / víctor echave
El escritor valenciano Rafael Chirbes, ayer, en la sede de la Fundación Paideia. / víctor echave 

Alguien dijo que la última obra de Rafael Chirbes (Tavernes de la Valldigna, Valencia, 1949) se lee, no se sabe si por narcisismo o por masoquismo.'Crematorio' (2007), un demoledor y ácido retrato de la sociedad española, sin embargo, le ha hecho acreedor del Premio Nacional de la Crítica. Chirbes, que vive retirado en la localidad valenciana de Beniarbeig, participó ayer en un coloquio literario de la Fundación Paideia

ISABEL BUGALLAL | A CORUÑA -¿Casi dos años sin escribir?

-Sí, me asusta decirlo pero casi siempre es así, es un proceso de cocción lento. También tardé cuatro años en escribir la última.

-¿Quedó exhausto después de Crematorio?

-Sí, porque tiene algo de testamento. Si fuera consecuente no debería escribir ningún otro libro.

-¿Hurga en la misma herida?

-No, escribí un libro de artículos que va a salir ahora.

-¿Y la novela?

-Como el mesías de Maimónides, 'llegará pero quizá se retrase'.

-¿Se le han quejado los propios por Crematorio?

-Las críticas más desfavorables al libro fueron de gente de ideas parecidas a las mías, me decían que es una novela nihilista'. Yo no lo creo. El mayor piropo que recibí fue el de un señor en Granada que me dijo: 'Usted es el único que hace literatura para adultos, porque en este país todos nos cuentan historietas y cosas como de autoayuda para consolarnos'. Es una novela sobre cómo están las cosas y cómo estamos.

-¿Y cómo estamos?

-Estamos en ese momento en el cual los viejos dioses han muerto y los nuevos no acaban de llegar, hay una desazón muy grande porque no hay proyectos colectivos. Hemos vivido una etapa en la cual el único objetivo era 'coge el dinero y corre', vive rápido y disfruta lo más que puedas. Antes, cuando un señor plantaba una viña en Burdeos sabía hasta 50 años después su familia no iba a probar el vino. Ahora, esos viñedos son de las agencias de seguros y lo que quieren es que en dos años el vino esté en el mercado. Ese concepto de herencia burguesa ha desaparecido incluso en la gente normal: 'Yo quiero vivir mi vida y cada uno que se apañe'. Esto lleva a un vacío enorme.

-¿Crematorio es una expiación?

-Mi generación estaba destinada a cumplir un objetivo moralizador y educador de un país que salía del franquismo y hemos acabado en este basurero de cemento y contaminación. Se le echa la culpa al franquismo, cuando en treinta años de democracia siempre ha mandado lo que ellos llaman la izquierda. La gente de nuestra generación, que estaba en el Frap, en el MC, en la ORT o en la Liga, acabó cambiando los ideales -que podían ser locos y descabellados- por un despacho, un cargo, una contrata o lo que fuera.

-¿Usted lo vio venir y salió corriendo?

-A partir de 1977 empecé a ver algo. No me gustaba mandar y tampoco sabía muy bien qué hacer. Sí, me fui y procuré apartarme del mundillo ese.

-¿Le salvó la literatura?

-No sé si la literatura salva, pero purifica.

-'Más de la mitad de las personas de mi generación están alcoholizadas, en los bares o viendo el fútbol'. ¿Tenía la opción del bar y la del poder?

-El bar ahora lo frecuento bastante menos. Azaña ya hablaba de las sucesivas traiciones de las generaciones progresistas españolas. Yo veía que eso lo impregnaba todo pero que de eso no se hablaba.

-¿Se quedó sin amigos?

-No, mis amigos siempre fueron de fuera, no tengo amigos políticos, mi siquiera tengo amigos escritores. En mi pueblo no hay muchos escritores y yo con quien me tomo una cerveza es con los albañiles, los fontaneros... Y me gusta más; los escritores están en los libros.

-'Soltero, depresivo e inestable de carácter', le han descrito.

-¿Quién es el sinvergüenza que dice estas cosas?

-Gregorio Morán. (1)

-Quiso conocerme tras leerme y comimos juntos, es muy simpático. Me interesa mucho lo que escribe.

-Hasta hace poco su biografía no aparecía en internet más que en alemán.

-¿Qué culpa tengo yo?

-En Alemania tiene gran éxito, allí le leen mucho más.

-A los alemanes les gustan bastante los libros. La larga marcha y La buena letra tuvieron mucho éxito y la crítica las puso por las nubes.

-Vivió bastante tiempo de los lectores alemanes.

-Sí, pero procuro gastar poco.

-¿Por qué tiene más lectores en Alemania que en España?

-Quizá porque escribo sobre mi tiempo. Antes, todo eso de la memoria no existía y, ahora, que se ha puesto de moda, soy muy crítico: es de buitres andar enterrando y desenterrando cadáveres. Se hace un uso partidista y mezquino, y descerebrado, de la memoria. Ahora está de moda la República y ha dado una literatura apologética y beata de republicanos fusilados que no me interesa.

-¿Por qué le leen menos aquí?

-Porque he ido a destiempo. En catorce años de gobierno felipista no se podía encontrar un libro de Max Aub, ni la Memoria de la melancolía, de María Teresa León; ni las memorias de Constanza de la Mora. Lo que interesaba era Jünger, Popper, Heidegger, y cuando el PSOE vio que no se diferenciaba en nada del PP, se inventaron que eran hijos de republicanos y venían de la República, ¿y quieren que yo participe en esta reinvención para que ganen las elecciones para cuando las ganan volver a tapar las fosas, como han hecho?

-No deja títere con cabeza.

-Es que es así. Ahora se extrañan de la corrupción: si los alcaldes están para financiar los partidos.

-¿Y qué dice de Camps?

-Han decidido meter el diente en Valencia y en Madrid porque no ganan allí las elecciones. Si lo hiciesen en Andalucía seguramente saldría mucho más que en Valencia.

-¿Se pasa el día leyendo?

-Salgo poco de casa y me paso el día leyendo. Releo mucho: Proust, Galdós; La Celestina, que me gusta mucho, me parece el libro más destructivo; Cervantes...

-¿Vivir en un pueblo, alejado de escritores, editores y grupos de comunicación, le tranquiliza?

-Me da el malestar suficiente para saber que estás solo y que te soportas sobre tus propias fuerzas. El novelista es el ser más libre del mundo, le basta con un papel y un bolígrafo. Lo terrible es tener un papel en blanco pero si sale bien es cojonudo. Los libros se sostienen solos. Viene muy bien estar un poquito fuera y ver las cosas desde lejos.


El canon de la transición inventada

(1)Gregorio Morán

No podía ser menos. Primero inventamos el franquismo light, bajo en calorías represivas y casi casi liberal a fuer de impune, autoritario pero conciliador con las familias mafiosas del poder. Lo teorizó el sociólogo J. J. Linz, formado durante el fascismo autóctono, en un texto muy citado y poco leído, que venía a suponer algo así como si el nazismo, puesto en el brete de escoger paternidad, renunciara a la dogmática de Hitler y admitiera las buenas maneras del arquitecto Speer. Precioso, quedó tan precioso que aún se estudia en nuestras universidades por catedráticos que supieron, cuando no gozaron, de aquel otorgador de prebendas académicas en Estados Unidos, padre de la sociología patria tras Gómez Arboleya, don Enrique, el tomista suicida. Viejas historias que echarán lamentablemente fuera de la lectura de este artículo a quienes no tienen el peso en mugre superior a los cincuenta y muchos años.

Recientemente, acuciados por los ardores de estómago tras haber tragado pliegos de descargo monumentales que dejaron al personal confuso, se inventó una categoría en forma de oxímoron, algo así como "el soleado cielo nocturno" o "las largas piernas de la coja enana". La llamaron "Resistencia Silenciosa", así lo escribo, con mayúscula, porque se trata de una novedad intelectual divertidísima no asequible para gentes del común sin licenciatura y ha de interpretarse de esta guisa: ínclitos intelectuales con cargo al presupuesto del Estado franquista, conscientes de que aquello no les gustaba nada, se lo decían al espejo todas las mañanas de afeitado y a sus amigos íntimos a partir de una considerable dosis etílica.

Si les llamaban para apoyar lo que se le ocurría al Caudillo, lo hacían con resignación, porque ellos eran resistentes, pero silenciosos, discretos, domésticos.

En público, taciturnas prostitutas; en privado, dolientes doncellas. Sus herederos son los creadores de esta audaz tesis que los coloca en el plantel del Heroísmo y la Gloria democrática. La matriz de este embeleco la creó un catedrático de Zaragoza, José Carlos Mainer, sin el cual no es fácil conseguir plaza universitaria en su especialidad por todo el territorio.

Ahora le toca a la transición democrática. Perfecta en su ejecución, modelo de liderazgos patrióticos por su entrega a los intereses superiores del Estado por encima de las bajas pasiones de partido... Abnegación, fidelidad, honradez, sentido del deber... Me faltan metáforas porque se me estrangulan las meninges de puro descojono. ¿O sea que vamos a explicar una cosa tal-que-así a las nuevas generaciones? ¿Y quedará en los libros de texto, si para entonces hay libros de texto, donde podremos leer ya jubilados y en el asilo de inútiles irrecuperables, que de seguro será el nuestro, podremos leerlo, digo, con el orgullo de haber presenciado tal prodigio histórico?

La transición en España de la dictadura a la democracia no es un modelo de nada como no sea de la perplejidad ante un proceso tan improvisado, a salto de mata, donde pocas cosas salieron conforme a lo previsto, pero que al fin se sortearon en chapuzas de última hora con efectos secundarios irrecuperables. ¿O acaso creen que el actual estado de crispación generado por la derecha, irredenta y bocazas, con la colaboración nada abnegada de los nuevos jabalíes, supuestamente republicanos, a quienes la palabra transición les suena a música de zarzuela, no es una secuela que dejó sin resolver el modelo de transición tan alabado? ¿Y lo que significó el terrorismo de ETA hasta el límite de lo soportable? ¿Y los conciliábulos de dos eminentes teóricos del Derecho, como Abril Martorell y Alfonso Guerra, de donde salió la vertebración constitucional que conocemos? ¿Y la insatisfacción histórica de Catalunya y el País Vasco por su desfase con el resto de España en su lucha por las libertades, que se saldó dando un triple salto mortal autonómico, sin red, del que podemos salir descalabrados? Por eso mismo no cabe otra cosa que exhibir una sarcástica sonrisa cuando las gentes procedentes de las derechas más católicas, identidad que hoy no admitirían de ningún grado pero absolutamente precisa, ahora un tanto desorientados por el centro - el centro es conservador siempre, por más que estas gentes sobradas en años y renuncias se pretendan inveterados socialdemócratas-, esas gentes, digo, hablan y se deshacen en elogios al espíritu de la transición.

Esto es un artículo de diario y no un ensayo, y para no cansar al personal has de acometer una simplificación visual, algo así como el recordatorio a bote pronto de lo que me evoca a mí la transición espiritual que estos sesudos caballeros han canonizado. Cuando Manuel Fraga Iribarne, ministro de la Gobernación del gabinete de aquella bestia llorona que fue Carlos Arias Navarro, se entrevista clandestinamente el 30 de abril de 1976 con la dirección del ilegal PSOE, en la casa de Miguel Boyer, cena incluida, en presencia de Felipe González y Gómez Llorente, el ministro les deja clarito que la reforma que se inicia, y que Fraga asume, tiene tres temas intocables: la Monarquía, la unidad de España y las Fuerzas Armadas. Exactamente lo que ocurriría meses más tarde con Adolfo Suárez como presidente. Por tanto, podríamos resumir que la transición es la adaptación de la izquierda a la derrota de sus ilusiones y objetivos que cuestionaban en primer lugar esos tres tabúes. Y no digo que esa corrección no fuera pertinente, incluso inevitable por ser la única posible, pero no podemos correr un estúpido velo para hacer nuestra la frase más querida de los megalómanos del mundo político (y no político), según la cual, ellos no se arrepienten de nada. Confieso que yo me arrepiento de casi todo lo que he hecho en mi vida, aunque sólo sea por una cuestión de experiencia; ahora, que sé más, lo haría de otra manera.

La leyenda recién inventada es que Adolfo Suárez fue tan bueno y tan sincero y tan liberal y tan comprensivo que hay quien aspira a canonizarle, y muy especialmente después de la mala racha de los últimos años y de su actual estado de postración. Yo, que tengo el dudoso privilegio de ser el único biógrafo del presidente Suárez durante la cima de su éxito - digo lo de dudoso porque me dieron tantas hostias que aún no se me olvida ninguno de los finos estilistas que primero me lapidaron a mí y luego a él, y que hoy escurren el bulto hablando del espíritu perdido de la transición-, puedo decir que el estado de libertad de prensa que se abrió durante el periodo suarista que va del verano de 1976 a su defenestración en enero de 1981 fue muy limitado. La presión sobre los diarios y revistas en los que yo participé fue total, y hablo de la mía porque nadie me la puede contestar. Los acomodos de El País, las vergüenzas de Diario 16, los denuestos del ABC, que nos insultaba con los epítetos más contundentes, como una Cope cualquiera. Y qué decir de la mejor televisión de España, la TVE y sus dos canales, los únicos que existían y donde ejercían de maestros unos tipos de cuya trayectoria infumable podría dar fe.

¿El liberalismo de la transición en el periodo de Adolfo Suárez en presidencia? Baste decir que la presión sobre Planeta, que editó en 1979 la biografía de Adolfo Suárez, Historia de una ambición,fue tal que llegaron a acuerdos sobre publicidad que la editorial cumplió escrupulosamente y que no eran precisamente en beneficio ni del libro ni del autor, y lo digo sin ningún resentimiento porque Planeta hizo lo que ningún otro tuvo el valor de hacer. Todavía me acuerdo del tan llorado Mario Lacruz explicándome la importancia del libro y la imposibilidad de que él pudiera editarlo. Nadie osaba una cosa tan nimia como una biografía crítica de un presidente del Gobierno. El Corte Inglés prohibió que el libro se presentara en sus centros y la visita de promoción a Galicia, donde tenían mayoría absoluta las gentes del supuesto centrismo, consiguieron que entrara por Lugo y saliera por Ourense sin que nadie, lo que se dice nadie, de prensa, televisión o radio, admitiera una entrevista, y que la presentación en A Coruña consiguiera ni una sola persona.

Por si fuera poca la tergiversación histórica, a este hombre contradictorio y audaz que fue Suárez no lo liquidó la izquierda, sino una conspiración en su partido de carácter reaccionario, encabezada por Miquel Herrero de Miñón, hoy valorado como el más comprensivo de los adulones jurídicos del nacionalismo vasco y catalán.

¿Quieren que añada lo que fue el 23-F? ¿Lo que significó ese golpe de Estado a medias exitoso y a medias fallido? Por lo pronto consolidó como inevitable e incuestionable lo mismo que el ministro Fraga Iribarne había contado a los chicos del PSOE sobre los tres pilares inviolables. Pero lo más terrible, lo que tiene de demoledor el 23-F, auténtico cráter inexplorado de la transición democrática, es que frente a los golpistas no hubo en España una reacción de oposición activa que neutralizara la marcha de los carros de combate. La democracia, el 23 de febrero de 1981, estaba a merced de un duelo en el que la población española ejercía de acojonada espectadora. Un conflicto entre los golpistas impunes, el monarca y una democracia secuestrada por la que nadie estaba dispuesto a arriesgar la vida. Desde el siglo XIX, en el que empieza la historia civil de España, nunca una democracia estuvo tan al margen de la reacción popular, de donde cabría deducir que el supuesto espíritu de la transición resulta una metáfora; como la paloma o la llamita que simbolizan al Espíritu Santo y que sólo atisban los creyentes privilegiados.

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